NACE LA FUNDACIÓN RE SOIL
Roma, 28 de enero de 2020. El suelo es un recurso no renovable: se necesitan 2.000 años para formar un estrato de sólo 10 centímetros. Sin embargo, las políticas nacionales, europeas e internacionales han descuidado la tierra y su fertilidad. Los resultados son extremadamente alarmantes: un tercio de los suelos mundiales están degradados, los terrenos productivos se reducen de 1.000 kilómetros cuadrados cada año sólo a causa de la impermeabilización provocada por la construcción de edificios y carreteras. En nuestro país, más del 4% del territorio es estéril y más del 21% se considera en riesgo de desertificación. Pero la conservación del suelo es un tema central para la mitigación de la crisis climática: los terrenos fértiles del Planeta podrían absorber 700 millones de toneladas de carbono cada año, el equivalente a todas las emisiones producidas por la combustión de los fósiles en toda la Unión Europea. Para comprender mejor este potencial, se necesita una red de monitoreo y de sensores que potencie el registro de los suelos. Y es imprescindible una Directiva europea que se ocupe directamente del suelo, a diferencia de lo que sucede para la fauna, la flora, la biodiversidad, el agua, el aire y el clima.
Para impulsar un auténtico cambio, partiendo de la salud del suelo y del concepto clave de la regeneración territorial, nace la Fundación Re Soil presentada hoy en una conferencia de prensa por Catia Bastioli, CEO Novamont y miembro del Comité de la Misión sobre el suelo de la UE, el Rector del Politécnico de Turín Guido Saracco, Francesco Ubertini, Rector Alma Mater Studiorum Universidad de Bolonia. Objetivo: promover actividades en los campos de la investigación científica, de la transferencia tecnológica, de la formación y la difusión y de la sensibilización para preservar la salud del suelo, promover la recuperación de la materia orgánica para sostener la calidad de la vida y la descarbonización de nuestro sistema.
“Para combatir la crisis climática y ambiental, necesitamos el reconocimiento del ecosistema terrestre: hoy en día el suelo es un objeto legal no identificado”, explica Catia Bastioli. “Necesitamos una directiva europea que lo proteja: los incentivos no sólo deben reducir las emisiones de carbono a la atmósfera, sino también volver a llevar el carbono al suelo. Los protagonistas de este cambio deberían ser los agricultores, a los que habría que remunerar no sólo por su actividad de producción de alimentos sino también por su actividad como custodios de la tierra, por su contribución al retorno del carbono y, por tanto, de la fertilidad del suelo”.
Existe una estrecha pero compleja correlación entre la gestión del suelo, la agricultura y la crisis climática, explican los promotores de la iniciativa. Por un lado, la pérdida de materia orgánica en los terrenos es responsable a nivel mundial del 20% de las emisiones de CO2 a la atmósfera. El sector agrícola y forestal es responsable de casi un cuarto de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Europa es el cuarto mayor emisor de gases de efecto invernadero procedentes de la agricultura en el mundo. Por otro lado, los terrenos fértiles y la propia producción agrícola se encuentran entre las primeras víctimas de los eventos extremos, las inundaciones y las sequías que son el resultado directo del cambio que se está produciendo. Ya hoy en día, la erosión afecta al 20% de la superficie de la Unión: cada año se pierden 10 toneladas de tierra por hectárea. El cambio climático podría conducir, de aquí a 2050 a una reducción de la producción agrícola de hasta el 50% en algunas regiones, Italia y el Mediterráneo a la cabeza. También por estos motivos, la Unión Europea ha creado recientemente un comité de misión cuyo mandato consiste en identificar las líneas de acción para un suelo sano y fértil.
A nivel mundial, los costes anuales estimados de la degradación del suelo varían entre 18.000 millones de dólares y 20 billones de dólares. La pérdida de servicios de los ecosistemas debida a la degradación del suelo cuesta entre 6,3 y 10,6 billones de dólares al año, es decir, entre el 10 y el 17% del PIB mundial.
“Nuestro primer objetivo es iniciar una revolución productiva con la creación de una estrategia de bioeconomía sostenible basada en los territorios”, comenta el CEO de Novamont. “En primer lugar, utilizando los residuos orgánicos como el compost para restaurar la fertilidad del terreno. En Europa, de un total de 96 millones de toneladas de residuos orgánicos, sólo el 33% se recicla, mientras que el 66% sigue yendo a los vertederos. Italia está un poco mejor, con un reciclaje de alrededor del 50%, pero todavía queda mucho que hacer". En este sentido, un objetivo prioritario debe ser evitar la acumulación en los suelos mediante el uso de productos capaces de biodegradarse en diferentes entornos (compostaje industrial, compostaje doméstico, en el suelo, en los sistemas de depuración de aguas), en particular para aquellas aplicaciones en las que existe un riesgo de liberación accidental de residuos y acumulación de los mismos”.
"En este escenario - explica el Rector del Politécnico de Turín Guido Saracco - se hace fundamental activar acciones específicas para crear conciencia del problema e intervenir en los diferentes sectores de las cadenas de suministro integradas acelerando la adaptación de las infraestructuras, poniendo en red las mejores soluciones tecnológicas existentes, invirtiendo e innovando sobre el terreno, frenando la degradación y la contaminación y trabajando en sinergia con las comunidades locales para un modelo de desarrollo centrado en un suelo sano y limpio, fundamental para la vida en el planeta Tierra. En este contexto también existe la oportunidad de desarrollar tecnologías físicas, químicas y biotecnológicas capaces de utilizar las diferentes materias primas disponibles. La importancia de las tecnologías regenerativas, es decir, capaces de regenerar los recursos naturales sometidos a una grave degradación, con especial atención al suelo y al agua".
“El suelo y sobre todo un suelo fértil y sano, es un recurso no renovable, esencial para la vida de la mayoría de los seres vivos del planeta” dice Francesco Ubertini, Rector Alma Mater Studiorum – Universidad de Bolonia. “La Bioeconomía, es decir, la producción agroforestal y los servicios de los ecosistemas, la producción de alimentos pero también de bioproductos y biocombustibles, depende de manera crucial de un suelo fértil. Pero la presión antrópica ejercida sobre los suelos y la creciente pérdida de materia orgánica constituyen una amenaza para la seguridad alimentaria en varias zonas del mundo. Por lo tanto, es necesario invertir esta tendencia, favoreciendo el aporte de materia orgánica al suelo y su asimilación y, al mismo tiempo, con un uso más sostenible y sabio. Esto requiere investigación e innovación pero también formación e información, y ésta será la aportación garantizada por las universidades en esta nueva acción estratégica”.
La revolución de una bioeconomía basada en los territorios no sólo puede representar una oportunidad para la regeneración de los suelos, sino también para la economía europea, mediante el desarrollo de unas instalaciones adecuadas, el despliegue de procesos bioquímicos, físicos y biotecnológicos para transformar los residuos en productos y la creación de nuevos puestos de trabajo. Un estudio de la Red Europea de Compostaje indica que ya hoy en día la recogida y el tratamiento de residuos orgánicos genera 23 mil empleos. Si el 100% de estos residuos se trataran de forma adecuada, se podrían añadir otros 52 mil puestos de trabajo en las zonas rurales y 16 mil en las zonas urbanas. En Italia, si la recogida selectiva de residuos húmedos se extendiera a todos los municipios, el empleo podría crecer desde los aproximadamente 9.900 puestos de trabajo actuales y los 1.800 millones de euros de facturación a 13.000 empleados y 2.400 millones de euros.
La Fundación Re Soil ha sido fundada por el Politécnico de Turín, Novamont y la Universidad de Bolonia con el objetivo de promover la investigación científica y tecnológica, actividades de capacitación y difusión para crear una revolución productiva que se centre en una bioeconomía sostenible con los territorios en el centro.
Francesca De Sanctis
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